No tardaron mucho llegar a los oídos y bocas de los españolitos las últimas noticias sobre la SGAE, nuestra mafia legal. Para ello ya se han encargado los medios de comumicación, que con mucha razón, le han dado cancha al tema. Concretamente destaca Federico Jiménez Losantos (reportero de la Cope, la radio de los curas) que les dio caña como para dejarlos a gusto unos cuentos meses.
El caso es que nuestra queridísima y amada mafia , la SGAE, se ha quedado en bragas frente a todo el país. Pocos serán aquellos que no conozcan el caso de Juanma, un niño almeriense que padece una enfermedad degenerativa, y para el cual recientemente se ha organizado un concierto benéfico con el fin de reunir el dinero necesario para pagar los medicamentos que le ayuden a vivir. El generoso cantante que actuo gratis fue David Bisbal, renunciando a sus derechos de autor y sin cobrar un euro, solo para poder ayudar al niño. Pero poco tardó la SGAE en hacer aparición, y exigir el pago del 10% de los beneficios del concierto, alegando que deberían haber avisado con antelación que el cantante renunciaba a los derechos de autor.
Por si la Sociedad General de Autores y Editores se enbolsara poco dinero al año, lleva un tiempo funcionando como una caja registradora, a la par que un animal carroñero. Hacen aparición en cualquier acto benéfico para cobrar los dichosos derechos de autor, además de acoplarse en bodas y comuniones (y no para donar dinero, ni felicitar a los novios).
En cuanto al caso Juanma, finalmente rectificaron, y han prometido que donarán a la causa todo el dinero cobrado. Muy bonito el gesto por su parte, pero cuando el daño esta hecho, de poco vale pedir perdón con una sonrisa forzada. La pena es que el padre del niño no le partiera las piernas al cabrón que se plantó en la puerta de su casa exigendo el dinero. Ya es bastante triste quitarle un caramelo a un niño, pero más aún robar a uno enfermo.
Lo peor de todo es que ellos siguen llenándose los bolsillos, y dentro de poco no sólo habrá que pagar por escuchar música, sino también por tararear en la ducha o silvar al ritmillo de una canción famosa. Así que.. ¡cuidado con lo que cantas! nunca se sabe dónde habrá un esbirro de la SGAE preparado para cobrar.